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sábado, 18 de agosto de 2012

LA NEW CASA COGIDA


El teatro popular y de autogestión abre sus cortinas en la sala óvalo de la Municipalidad de San Miguel, 50 personas (y no caben más) llenan el lugar, la escenografía de cortinas y persianas bien dispuestas son circundadas por adultos, niños, una pareja de atuendo punk. Sillones por rojo carmesí besando la alfombra, un minibar con una botella antigua y cuatro vasos sedientos, un teléfono ochentero (de esos con disco calado), una mesita de raso blanco por mantel. Una virgen de yeso encaramada.
                Luces rojas entrelazadas con tenues claros inundan el acto, aparece El Rola, con pinta de cafiche de baja monta quien ayuda, asea y protege por comida a quienes le resguardan también por ser mudo y en cierto modo ingenuo. Se persigna ante la imagen de la Virgen del Carmen izada como patrona de casa de puta y entuertos. Sintoniza música de Sting en la radio y copiosamente baila hasta que aparece la primera mujer, asemeja un videoclip. Con la canción “Qué calor, qué calor desnuditos es mejor” aparecen otras, un travesti  y la cabrona con pieles parecidos a bisonte al cuello exclamando ¡Puta que estoy cansá!. Todas le dicen “mamá”. Dos jovenzuelos con cara de idiotas ingresan tímidamente, dándose codazos y sonrisas cómplices
     Bienvenidos jóvenes imberbes a esta casa COGIDA
Aparecen las mujeres  con diminutos calzoncitos,   encajes,   terciopelos,    lentejuelas  en Canesú y cada una exacerbando sus atributos físicos. Ellos escogerán de aquel desfile de nalgas, tetas y lenguas respingadas al aire aquellas que mejor les parezcan: La Rucia, envidiada por su belleza y fortaleza de nervios y glúteos; Mistela, tambaleándose torpemente entre su curadera, su pasarela imaginaria parece una cuerda floja. Venida del sur de Chile en busca de un “futuro esplendor” como reza el himno patrio odia a la Rucia por que le quitó al cafiche que amó antaño y con quien tuviera una hija que abandonaría en el mismo hospital donde la parió; El travesti que luego baila como un Ícaro encendido entre los sillones, un paquete de realidad que no puede esconder entre las piernas ni siquiera con su maquillaje imitado de los grandes salones gringos, exuda simpatía y creatividad; La Tonta, quien habla a destiempo, choca con objetos e ideas y es producto de mofas u órdenes de callar por el resto; La Chica del Desnudo Total quien fuera violada por su guía espiritual cuando era casi una joven forman parte de aquel circuito sexual en servicio.
                Cuando los jóvenes retozan en las habitaciones, aparecen agentes de la policía terrorista del dictador Pinochet, escupiendo groserías y babas de sabueso, armados de metralletas USI e imponentes pistolas dicen buscar al “Comandante Feliciano perteneciente al Frente Patriótico Manuel Rodríguez”. Humillan, manosean e incriminan a todos, incluidos los asustados mozuelos sacados de sus pasiones, patean al travesti con muecas de asco y odio y descubren a Celeste, una niña quien no forma parte del servicio pero por ser menor de edad ampara las amenazas de clausura de la candileja y quien alcanzara importancia en el desenlace de la trama.
                Entre música pop, boleros y frases certeras en torno a la vida de los burdeles, la persecución política a todo aquel que no formara parte del desfile militar derechista en su doble moral ambientan este guión escrito hace más de una década.
La New Casa de Acogida, con la dirección de Adolfo Solís, asistencia artística de Daniel Ortíz y un reparto de 12 actores sintoniza el pasado inmediato y abierto aun en las llagas del pueblo, abriéndose paso entre la cortina de hierro de la cultura oficial.
Su estreno en La Palomera resulta una copa difícil de rechazar, más cuando se trata de un trago agridulce en el menú de la bohemia chilensis.


Por Luis Emilio Barahona
Cabaret Cultural, 2012.

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